Oídos que su música no escucharon.
El olor del salitre no olfatearon
ni sus bocas lo pudieron admirar.
Solo por tierra lograron navegar,
las aguas que buscaban no encontraron.
Sus barcos varados jamás surcaron
el horizonte infinito de ultramar.
Tripulantes que van a la deriva
sin ningún capitán quien los dirija
por tierra adentro de una mar cautiva.
Ni el abrazo de un puerto los cobija.
Su existencia se ancló definitiva
en el barro del que nace una vasija.
Poema que me publicaron en el nº 5 de MADINAT AL- ZHARA
(Córdoba-Diciembre 1.992)
(Las cosas de Julio)
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