Tú y yo, separados, en el tiempo y en el espacio
por una tercera persona en discordia:
la distancia.
Esa "carabina" implacable que siempre nos acompaña,
poniendo barreras al amor
en este microcosmos desesperado.
Cruel distancia medida en unidades de años-luz.
Tu átomo compacto, antaño indivisible,
ha perdido un electrón que vaga por el espacio,
un electrón venido a menos, solitario y errante
en búsqueda de otro átomo que lo acoja.
Pero no lo consigue.
A duras penas avanza por el espacio interestelar.
Solitario y vagabundo electrón,
nostálgico de aquel átomo primero que lo retuvo,
y después, rechazado por una odiosa carga estática,
en potente dispersión tangencial
de fuerza centrífuga disgregadora.
Y ahora, atrapado en un agujero negro sin energía,
derrama lágrimas impotentes,
ausente de tí, átomo primero,
sin un potencial eléctrico orientador
que lo retorne a su punto de partida.
Tú, átomo originario y bello.
Yo, electrón perdido y acabado,
añorante de tu amor electrónico
que me mantenía en órbita cercana a tí.
Oh, pequeño universo planetario
reducido a su mínima expresión por la distancia,
pero enorme y de corazón infinito.
Este electrón fugaz en miniatura, te recuerda
eternamente separado de tí y triste,
desde un punto cualquiera del firmamento sideral.
(Las cosas de Julio).
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