lunes, abril 30, 2007

TE ESTOY AGRADECIDO…SOLEDAD



Hoy quiero hablar contigo en voz alta, soledad.
En voz alta,
Porque si no, se me oxida la palabra.
Deseo contarte mis penas y mis alegrías
y compartir contigo
mis pensamientos y puntos de vista.
Quiero tomarte como eje de referencia
y contrastar contigo
todo aquello que me inquieta.
Porque así,
sustituyes a una persona amada
a un corresponsal ausente
y ocupas su lugar.
Al igual que cuando te canto, soledad,
acompañado con mi guitarra,
ese instrumento de cuerda
con formas de mujer
que, al acariciarla,
responde agradecida, abrazando con sus notas
la palabra musicada de mi gangosa voz.
Es un recital íntimo que no necesita de aplauso.
Lógicamente, tú no tienes manos para hacerlo
pero sí sabes escuchar.
Yo sé que estás ahí presente
y por eso te hablo. Y te hablo a solas
y en voz alta.
A solas, cuando no hay nadie, soledad.
Podrían tomarnos por locos si nos oyeran.
Siempre hemos sido tú y yo grandes amigos.
Eres fiel y verdadera.
Nuestra unión durará mucho más allá
de la muerte, por eso
te estoy agradecido, soledad.
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Poema que me publicaron en el nº 2 de MADINAT-AL-ZHARA
DE CÓRDOBA (Abril 1.991)
(Las cosas de Julio)

lunes, abril 23, 2007

DÍAS DE CLASE

Céntrico instituto de idiomas madrileño.
Días lectivos alternos. Grupo mixto.
Citas de anteayer antes de entrar en clase.
Aparecías radiante por la esquina.
La cara iluminada, pelo corto, aprendiza de mujer.
Yo te miraba y sonreíamos.
No eran tiempos de besos todavía al uso.
Ni siquiera un breve roce de manos en saludo.
Pero un ! hola ! bastaba, lo decía todo.

Exprimíamos los instantes de diálogo
antes de que el timbre sonara.
Luego, subíamos la escalera, directos al aula.
Mr. Jacobs, profesor nativo.
Mesa larga. Pocos alumnos.
Nuestro incipiente amor o un extraño pudor
nos impedía sentarnos juntos.
Tú en un extremo de la mesa, yo en el otro.

El idioma inglés y sus vocablos,
los libros abiertos presidían la estancia.
La concentración en el estudio no era mucha.
Juegos furtivos de miradas
se encontraban en nuestros ojos,
cazados "in fraganti" por el profesor
quien sonreía.
Vocabularios de palabras en el aire.
Torpeza en la pronunciación. Risas.
Una eternidad de segundos.

Reiteradas consultas al reloj
sin que el timbre sonara.
Cuando lo hacía,
un resorte nos impelía al pasillo
por llegar los primeros a la salida.
Allí, las palabras, otra vez la sonrisa.
Yo, galante, te invitaba.
Cruzábamos la acera.
Antigua tasca típica. Un vino
y una torera picante.
Yo pagaba, claro, era la costumbre.
Después, afuera, el aire fresco
nos aliviaba el rostro
ante los pequeños efluvios
que producía tan parco aperitivo.

El Metro de Sol atraía nuestros pasos.
No deseábamos llegar nunca.
Taquillas, escaleras, andén.
Yo a Argüelles, tu a Ventas. Decías:
¿Pasado mañana en la esquina, vale?

Y así un curso. Año 66/67.

Tú organizaste la recaudación entre los compañeros.
El regalo de despedida para el profesor nativo.
Un disco de Andrés Segovia. Fin de curso.
Mr. Jacobs nos agradeció el obsequio
recibido de tu mano en representación de todos.
Esta vez él nos convidó en la antigua tasca típica.
Era la última despedida, el adiós para siempre.
Ultimo paseo, último Metro de Sol.
Por fin nos dimos la mano. !Feliz verano!
No hubo intercambio mutuo de direcciones.
Oh, amor perdido, no consigo recordar tu nombre.
(Las cosas de Julio).

NOTA.-El poema "DÍAS DE CLASE"
me lo publicaron en 1992 en la revista
literaria "MADINAT-AL-ZHARA"
de Córdoba.

ELECTRÓN SOLITARIO Y TRISTE

Tú y yo, separados, en el tiempo y en el espacio
por una tercera persona en discordia:
la distancia.
Esa "carabina" implacable que siempre nos acompaña,
poniendo barreras al amor
en este microcosmos desesperado.
Cruel distancia medida en unidades de años-luz.
Tu átomo compacto, antaño indivisible,
ha perdido un electrón que vaga por el espacio,
un electrón venido a menos, solitario y errante
en búsqueda de otro átomo que lo acoja.
Pero no lo consigue.
A duras penas avanza por el espacio interestelar.
Solitario y vagabundo electrón,
nostálgico de aquel átomo primero que lo retuvo,
y después, rechazado por una odiosa carga estática,
en potente dispersión tangencial
de fuerza centrífuga disgregadora.
Y ahora, atrapado en un agujero negro sin energía,
derrama lágrimas impotentes,
ausente de tí, átomo primero,
sin un potencial eléctrico orientador
que lo retorne a su punto de partida.
Tú, átomo originario y bello.
Yo, electrón perdido y acabado,
añorante de tu amor electrónico
que me mantenía en órbita cercana a tí.
Oh, pequeño universo planetario
reducido a su mínima expresión por la distancia,
pero enorme y de corazón infinito.
Este electrón fugaz en miniatura, te recuerda
eternamente separado de tí y triste,
desde un punto cualquiera del firmamento sideral.
(Las cosas de Julio).