!Hola, minusválida guapísima!
¿Qué haces ahí, tan sola. sentada en esa silla de ruedas?
Ya que nos hemos encontrado en esta isla solitaria,
tan separada del continente de aquel mundo válido,
podríamos iniciar un mutuo conocimiento
a pesar de mis muletas.
No te pregunto si "estudias o trabajas"
porque ya sé que no.
También sé que a los dos nos paga Papá Estado
esa "prestación por minusvalía"
para que nos estemos bien calladitos.
¿Sabes que tienes unos ojos preciosos?
Si tu quieres nos enamoramos.
Así, resolveremos de una vez
nuestra carencia de afectividad.
Ningún hombre válido se enamoró de ti
como tampoco ninguna mujer válida de mí.
Porque rompemos sus esquemas
y no entramos dentro de las normas éticas y estéticas.
Si nos enamoramos,
lo tendremos que hacer a escondidas.
No hay más remedio.
No comprenden que personas como tú y yo
podamos tener sentimientos e, incluso, instintos.
Piensan que nuestro deber es permanecer apartados
vírgenes y mártires,
dando ejemplo a la sociedad de nuestra resignación.
y, como ellos se miran asombrados a nuestro espejo
se cabrean mucho
si gentes como nosotros nos desesperamos.
Bueno, pues, al grano.
Dame un beso ¿quieres?
No me importa si te huele el aliento
con ese olor fétido que produce
la medicación antiespasmódica
que te está triturando el estómago.
No me importa, porque a mí también me huele.
Es cosa de acostumbrarse.
Aún nos quedan manos para acariciarnos.
Tienes las manos muy bonitas y suaves.
Ya veo que cuidas tu aspecto
y como hembra humana que eres
te pasas muchas horas acicalándote delante del espejo.
No tengo reparos de que tu mano espástica me acaricie
con ese temblor "parkinsoniano" intermitente.
Es más, incluso hasta me excita.
Si tu instinto te urge
nos desnudamos los dos mutuamente
y ponemos al descubierto nuestros miembros deformes.
Siempre habrá alguna cosa que nos atraiga.
Y después, reptando o como buenamente podamos
nos subiremos a nuestra cama ortopédica,
bien provista de una serie de artilugios de ayuda
tales como: cuerdas, asideros, cadenas y poleas,
que inventaron unos sesudos científicos
sin pedirnos, para nada,
cuál era nuestra opinión al respecto.
Enlazaremos nuestros muñones
e intentaremos alguna incursión.
No tendremos en cuenta las normas
de los manuales de sexualidad.
Lo haremos a nuestra manera.
Y con lo que quede de nuestra "movilidad residual"
como rezan los fríos certificados
que emiten los tribunales médicos,
realizaremos nuestro festín de amor ortopédico.
Aunque parezca insólito y un tanto "kafkiano".
Entre tu paraplejia funcional
y mi espondilitis anquilopoyética,
a lo mejor, saldría a la luz algún orgasmo
e incluso, quedaríamos ambos satisfechos.
Eso sí, tomaríamos precauciones. No estaría bien visto
que dos inválidos físicos tuvieran descendencia.
¿Sabes, minusválida? Yo te quiero.
Y además voy a rectificar tu certificado médico.
Yo te catalogo como "hembra plusválida".
Cariño, eres mi amor ortopédico.
© 2006 all rights reserved
No hay comentarios:
Publicar un comentario