Ilustre Dama, musa eterna:
Permite que este humilde servidor
te envíe un sencillo poema de amor.
Perdona mi atrevimiento
pero tengo que decírtelo:
Este hombrecillo, sin oficio ni beneficio
quedó prendado de ti
desde el primer instante en que te conocí.
Sé que tú no sientes lo mismo
y sé también, que si te solicitara
en sutil requiebro amoroso
me darías calabazas.
Porque tú eres insistente repartidora
de tan sencillos productos de la tierra,
por lo que intuyo que tendrás
intereses agropecuarios
en la fértil huerta de Murcia.
No puedo aspirar a que me ames.
Soy realista. Hay mucha competencia.
Mas, no me importa.
Me basta con amarte platónicamente.
Serás la musa eterna de mis sueños
y por ninguna otra dama, ni antes ni después
de aquel primer instante,
podría sentir lo mismo,
porque para ello
tendría que ser igual que tú.
Y tú, Ilustre Dama, eres única e irrepetible.
Por eso te envío este poema salido del corazón.
Si a ti te hace ilusión recibirlo,
A mí también mandártelo.
Aunque sólo sea
un sencillo poema de amor.
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