sábado, mayo 19, 2007

MARINEROS DE TIERRA ADENTRO (SONETO)

Tristes ojos que no vieron nunca el mar.
Oídos que su música no escucharon.
El olor del salitre no olfatearon
ni sus bocas lo pudieron admirar.

Solo por tierra lograron navegar,
las aguas que buscaban no encontraron.
Sus barcos varados jamás surcaron
el horizonte infinito de ultramar.

Tripulantes que van a la deriva
sin ningún capitán quien los dirija
por tierra adentro de una mar cautiva.

Ni el abrazo de un puerto los cobija.
Su existencia se ancló definitiva
en el barro del que nace una vasija.


Poema que me publicaron en el nº 5 de MADINAT AL- ZHARA
(Córdoba-Diciembre 1.992)

(Las cosas de Julio)

HOY HE PODIDO ACUDIR A TU ENCUENTRO

Ilustre dama, musa eterna:
Hoy acudo a tí por este medio, el correo,
que es el único del que dispongo.
Porque soy un amigo diferente.
no tengo la dicha de acudir a tu encuentro
personalmente
como hacen tus otros amigos.
No dispongo de caballo, coche, moto, ni piernas.
Ni puedo cabalgar en esos ciempiés comunitarios
que van por arriba o por debajo del asfalto ciudadano.
Así que me veo obligado a servirme de
una tercera persona.
Como en tiempos del medioevo
cuando los correos de a caballo,
por encargo de los caballeros,
llevaban los pergaminos de amor
atados con lazos de raso,
a las damas de sus sueños
que moraban prisioneras
en las altas torres de sus castillos.
Por eso ruego al Insigne Caballero
del Real Servicio de Correos,
se digne llevar esta misiva a tu egregio castillo.

--"Oh, anónimo trabajador del enlace postal,
entrega este poema a la Dama de mis sueños.
No te va a costar nada en tu rutinario itinerario.
No lo vas a notar pues es de peso liviano.
Si lo haces, anónimo trabajador de atlética espalda,
que portas tan voluminosa y cargada cartera de cuero,
me harás un gran favor.
Para que cuando tan ilustre Dama abra su buzón
se encuentre esta misiva
perdida entre el maremágnum
de cartas comerciales y bancarias"---

Ilustre Dama, gracias a este anónimo trabajador
hoy he podido acudir a tu encuentro.
Un encuentro descafeinado, muy a pesar mío.


Poema que me publicaron en el nº 4 de la revista literaria MADINAT AL-ZHARA
(1.992 Córdoba)
(Las Cosas de Julio)

viernes, mayo 11, 2007

MI RESURRECCIÓN EN EL PARAÍSO MUSULMÁN (Relato)


Me llamo Hassán, para variar. Y de apellidos Ben Yusuf. Desde que aconteció mi muerte generosa en la Guerra Santa, me encuentro en el oasis Ab-Del Hammadir, a unas millas al norte del paraíso musulmán. Alá misericordioso cumplió su palabra del Corán, que me fue dada a conocer por medio de su profeta Mahoma. Por fín estoy disfrutando de los inconmensurables placeres que me son donados por las cuatro huríes, las cuales me han sido asignadas, dada la infinita magnanimidad de mi jeque más inmediato: Alí ben Alí ben Yusuf, primo hermano, nacido de alguna desconocida concubina, de entre el Harén de mi antepasado progenitor.

No es un espejismo lo que veo. Mi oasis; las palmeras y la exuberante vegetación, rodean el campamento beduino. La mariposa, único insecto del lugar, pulula ora aquí ora allí, por los numerosos puntos floridos que se encuentran en este Edén ecológico. En su centro, docenas de jaimas confeccionadas con lona de piel de camello. Al fondo a la derecha mi jaima. Su lona, engalanada de gallardetes verde y oro, pues es mi cumpleaños, recuerdan el histórico día de mi nacimiento, en el mortal y corrompido mundo terrestre. El inefable 4 de Junio de 1.948. Además es día de fiesta. Hoy termina mi ronda con la cuarta de las bellas huríes que me han correspondido, en imparcial sorteo islámico. Ronda que se reanudará, empezando por la primera, hasta completar de nuevo el ciclo. Y así hasta el infinito en el tiempo y en el espacio. Dentro de mi jaima, llega desde el exterior, el sonido de la fresca agua que brota, abundante, de los grandes manantiales cristalinos. Es como un murmullo que se mezcla, a su vez, con los trinos de las exóticas aves canoras, cuyos cantos y cortos vuelos de rama en rama, contribuyen a amansar el templado ambiente de este ámbito sin igual.

Ávido de hembra, me introduzco en la semioscuridad de la estancia. Cuatro candelabros de luz alumbran suficientemente la penumbra. Al fondo, una sombra de silueta femenina se dibuja en la pared opuesta. Ni sus transparentes velos, ni su chádor azul celeste, logran difuminar la presencia lumínica y perfecta, que queda proyectada como venal diapositiva en color. Se llama YAMILE. Adivino su pelo negro azabache que, largo y suelto cae por sus hombros y se columpia lascivamente con los impulsos del aire, generado por siete odaliscas iraníes, provistas de largos abanicos con penachos de plumas de avestruz. Los ojos de YAMILE, negros y profundos, me matan con su mirada. “Fabuloso”, me dije. No he visto nada igual. Esta visión, me ocasiona un espasmo involuntario que recorre mi columna vertebral de arriba abajo, a la vez que un tardío eructo, eclosiona ruidosamente por mi boca abierta de admiración.

Acabamos de cenar en la jaima anexa. Aún me repiten los múltiples sabores del opíparo ágape que nos fue servido por siete musculosos y altos efebos etíopes, vestidos con diminutos taparrabos de seda como única prenda. Menú: ostras del mar Caspio, perdices rellenas de caviar, asado de gacela tripolitana con fresas y frambuesas. Todo ello regado con los finos caldos de uva del Éufrates, que nos estaban totalmente prohibídos durante nuestra efímera existencia terrestre. De postre: pastel de almendras, leche frita de camella, miel de palmera y dátiles.

Toda aquella mezcla de olores y sabores etílicos, me transportaban en una nube flotante, anhelante, hacia la paradisíaca hembra que se acercaba, derecha hacia mí, con los brazos abiertos. Bastó una leve contracción de los músculos de mi poderosa mandíbula, para que los transparentes velos de YAMILE se deslizaran hasta sus tobillos, Ella misma, ante mi estupefacción, me quitó con desesperante lentitud mi costosa chilaba, bordada enteramente con hilo de oro, la cual pendía holgadamente de mis robustos hombros. Su meta fue también el suelo alfombrado, al igual que su chádor. Ella no llevaba nada más. Yo sí. Un minúsculo calzoncillo de piel de pantera, que habitualmente tendría que haber caído junto con la chilaba, permanecía en su sitio. Una inesperada y enhiesta protuberancia que pugnaba por salir al exterior, lo impedía. YAMILE me acariciaba la espalda con sus torpes manos de virgen celestial. La caricia terminó en un abrazo “a tergo”, pues yo me puse pudorosamente de espaldas hacia ella. En esta posición sus manos se deslizaron hacia mis caderas, alcanzando los lazos de mi prenda interior, que liberados, permitieron izarse al estandarte prisionero en todo su esplendor.

No sé cómo sucedió, pero nuestros cuerpos entrelazados habían caído pesadamente en el redondo y mullido lecho, relleno de plumas de ánade. Allí libé el néctar de las rosas de sus pechos. Allí me acarició su aliento de hembra ansiosa. Allí bebí de la fresca agua de su boca. Al recorrer aquel cuerpo, mil veces por mí acariciado, besado, mordido incruentamente, me iba derritiendo como mantequilla al fuego. Antes de llegar al momento supremo del éxtasis final, YAMILE con su lengua dorada de diosa del placer, incansable, avariciosa, urgente, ardiente, discurría por todos y cada uno de los poros de mi cuerpo, que en ebullición, estallaban uno a uno en sucesión, como en un castillo de fuegos artificiales. Ora mis pies en su cuello de cisne. Ora mis manos en su cadera. Ora sus muslos contundentes y armoniosos apretando fuertemente mis blandas orejas. Ora mi boca a dos milímetros del frondoso jardín de su vientre… Ante mi deliberado retraso en engullir aquel rosado molusco palpitante que me esperaba, YAMILE, aceleraba ansiosa su temblor total, iniciando una danza del vientre musulmana, sin música, con el único ritmo de sus sudores desbordantes. Entre sus suspiros jadeantes y sus gritos me pareció escuchar mi nombre: “Hassán, Hassán; Hassán…”

De pronto, una nebulosa me cegó. Un rumor cercano de motores distorsionaron mi mágico escuchar. Un gélido frío invernal se apoderó de mí y me puso la piel de gallina. Me había despertado en mi cama. En mi casa de una ciudad llamada Madrid (Magerit, en tiempos de los musulmanes). Eran las ocho de la mañana. Entraba luz por la ventana por donde se divisaban, brillantes, los rojos tejados. Un clamor de bocinas resonaba en el atasco callejero diario. Luego…¿el oasis era un sueño? ¿YAMILE era un sueño? ¡No, no, no, por favor! ¿Hassán era un sueño? Sí, sí… No había quedado nada de aquello…

Solamente una leve mancha almidonada destacaba en la blancura en la sábana superior de mi cama. Y le peor de todo: yo me llamo Julio.

(Las Cosas de Julio)

jueves, mayo 10, 2007

¿Y TÚ CÓMO ESTÁS?

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martes, mayo 08, 2007

¿QUÉ HACER CON EL ACEITE USADO?


¿Sabes dónde tirar el aceite de las frituras o de todos los alimentos que fríes en aceite, hechos en casa?. Es bueno divulgar una información como ésta. Aunque no cocinemos muchos alimentos fritos en aceite, cuando lo hacemos, normalmente tiramos el aceite usado en la pileta de la cocina o en algún otro sumidero, ¿Verdad? Ese es uno de los mayores errores que podemos cometer. *UN LITRO DE ACEITE CONTAMINA CERCA DE UN MILLÓN DE LITROS DE AGUA!!!.Cantidad suficiente para el consumo de agua de una persona durante 14 años.
¿Por qué lo hacemos? Simplemente porque no hay nadie que nos explique como hacerlo en forma adecuada.
Lo mejor que podemos hacer es:
*1.- Esperar, aunque eso te tome un poco más de tiempo, a que el aceite usado se enfríe.
2.- Colocar el aceite de desperdicio en una botella de plástico (como las de Coca Cola, suavizante, etc.)
3.- Cerrarla y colocarla luego en la basura DE PLÁSTICOS. *

*TE LO AGRADECE EL MEDIO AMBIENTE Y, EN DEFINITIVA, TODOS*

A un caído en combate


Este canto es para tí, soldado,
que caíste en medio de la batalla,
sin saber ni el cómo ni el por qué,
creyendo que luchabas por la Patria.

Algunos, se arrogaron el derecho
de disponer de tu vida sagrada,
llevándote a un mortal huerto
mientras ellos se guardaban las espaldas.

Te engañaron como siempre
desde su tribuna blanqueada.
Eran personajes y políticos
fueran o no elegidos por las masas.

Había que hacer la revolución,
lo decían los Padres de la Patria.
Parecían idealistas y sinceros
pero, tú tenías que dar la cara.

Así las cosas, te dieron un arma.
Te inculcaron "su" escala de valores
prometiéndote paraísos inexistentes.
Era necesario luchar por la causa.

Y ahora, que ya nada puedes hacer
después del clamor de la metralla,
ellos siguen viviendo impasibles
parapetados tras la retaguardia.

(Enero 90 – Las Cosas de Julio)