Hoy acudo a tí por este medio, el correo,
que es el único del que dispongo.
Porque soy un amigo diferente.
no tengo la dicha de acudir a tu encuentro
personalmente
como hacen tus otros amigos.
No dispongo de caballo, coche, moto, ni piernas.
Ni puedo cabalgar en esos ciempiés comunitarios
que van por arriba o por debajo del asfalto ciudadano.
Así que me veo obligado a servirme de
una tercera persona.
Como en tiempos del medioevo
cuando los correos de a caballo,
por encargo de los caballeros,
llevaban los pergaminos de amor
atados con lazos de raso,
a las damas de sus sueños
que moraban prisioneras
en las altas torres de sus castillos.
Por eso ruego al Insigne Caballero
del Real Servicio de Correos,
se digne llevar esta misiva a tu egregio castillo.
--"Oh, anónimo trabajador del enlace postal,
entrega este poema a la Dama de mis sueños.
No te va a costar nada en tu rutinario itinerario.
No lo vas a notar pues es de peso liviano.
Si lo haces, anónimo trabajador de atlética espalda,
que portas tan voluminosa y cargada cartera de cuero,
me harás un gran favor.
Para que cuando tan ilustre Dama abra su buzón
se encuentre esta misiva
perdida entre el maremágnum
de cartas comerciales y bancarias"---
Ilustre Dama, gracias a este anónimo trabajador
hoy he podido acudir a tu encuentro.
Un encuentro descafeinado, muy a pesar mío.
Poema que me publicaron en el nº 4 de la revista literaria MADINAT AL-ZHARA
(1.992 Córdoba)
(Las Cosas de Julio)
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